Más allá de las medallas
El mes de agosto se llevó a cabo la edición número XXI de los Juegos Olímpicos de verano realizados en Río de Janeiro, Brasil. La primera justa olímpica en territorio sudamericano ganó la sede durante la sesión 121 del Comité Olímpico Internacional (COI), el 2 de octubre de 2009, superando a las ciudades de Tokio, Madrid y Chicago1.
Por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos en esta edición se incluyó el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados (ROT, por sus siglas en inglés), en respuesta a la situación política actual en ciertas partes del mundo. Fue por ellos que el COI decidió agregar entre los contingentes un equipo de 10 atletas refugiados de cuatro países diferentes que compitieron bajo la bandera olímpica de los cinco aros, como un tributo al coraje y perseverancia de todos los refugiados2.
“Es realmente muy importante participar porque se que voy a representar a miles de refugiados de todo el mundo” Anjelina Nadai Lohalith, atleta olímpica refugiada de Sudán del Sur.
En el caso mexicano, la delegación se conformó por 126 atletas de 24 deportes, la más grande en la historia olímpica del país. La disciplina que más competidores aportó fue el atletismo con 22, seguido por los deportes acuáticos con 14 atletas (nadadores y clavadistas). En la ceremonia de inauguración, la ciclista Daniela Campuzano abanderó al contingente nacional convirtiéndola en la séptima mujer en encabezar a los representantes mexicanos al inicio del evento olímpico4.
Anteriormente, en los Juegos de la XIX Olimpiada de 1968, celebrados en la Ciudad de México, se consiguió el mayor número de preseas5. En Londres 2012 intentaron igualar la marca al obtener 7 medallas, dos menos que el máximo. México terminó en la posición 61 del medallero con un total de 5 medallas: 4 de plata y una de bronce.
A pesar de las críticas durante el certamen, el último sábado de competición se cumplió la misma hazaña que en Los Ángeles 1984. Los atletas mexicanos consiguieron tres medallas en un mismo día6; plata para María del Rosario Espinoza en Taekwondo, Germán Sánchez en clavados e Ismael Hernández en pentatlón moderno con bronce.
La taekwondoín, María del Rosario Espinoza, se convirtió en la atleta mexicana con el mayor número de medallas en Juegos Olímpicos: oro en Beijing 2008, bronce en Londres 2012 y plata en Río 2016. Espinoza igualó el récord del clavadista Joaquín Capilla, quien ganó en Londres 1948, Helsinki 1952 y Melbourne 1956, como máximo ganador de preseas olímpicas en tres juegos consecutivos. El Comité Olímpico Mexicano (COM) premió el logro de Espinoza al otorgarle la bandera mexicana en la clausura del evento.
Es destacable la participación de las Fuerzas Armadas de México, los soldados activos consiguieron 4 de las 5 medallas en Río 2016. A estos atletas se suman otros 19 competidores olímpicos como Rommel Pacheco, Yahel Castillo, Alejandra Valencia, Eder Sánchez, entre otros, quienes son sometidos a un proceso de reclutamiento para formar parte de la Secretaría de Marina Nacional (Semar) o la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena)7.
Aunque el lugar en el medallero no es el esperado, ni cercano a las estimaciones de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), debemos considerar “que el 87% de atletas mexicanos fueron por primera ocasión a una justa olímpica, lo cual vislumbra un mejor desempeño en la próxima edición”8. Incluso el 34% de los atletas mexicanos están en las primeras 16 posiciones del mundo.
Pese a esos argumentos, por cuestiones matemáticas el número de medallas obtenidas en más de seis o siete ediciones no ha mejorado significativamente. Cabe señalar la intervención de atletas formados en el área castrense, individuos dedicados de tiempo completo o sometidos a una disciplina regular, se encuentran alejados del ciudadanos promedio. Es importante y urgente repensar el modelo deportivo nacional, tanto en las federaciones como en las oficinas gubernamentales orientadas a fomentar el deporte.
Buena parte del interés que encierran las olimpiadas está centrado, además de la fraternidad, la convivencia que hermana a los pueblos, la competencia deportiva por encima de la competencia bélica o el encono político, son también un índice de la organización de los pueblos: de su capacidad para formar individuos competitivos, exitosos, seguros de sí mismos y de fomentar deportes en los cuales son, en estricto sentido, potencias mundiales. Ejemplos de lo anterior abundan: Jamaica es el semillero selecto del mundo en materia de corredores y velocistas, varios países africanos lo son en materia de corredores de fondo; países de la Europa Central, han competido con éxito en los terrenos de la gimnasia, entre otras naciones.
Es obvio y prácticamente indiscutible que a México le falta mucho camino para remontar esa escala. Con ejemplos esporádicos en el atletismo (en caminata, sobre todo) y en artes marciales (Tae Kwon Do), el panorama sigue siendo, en buena, medida desalentador. No es un problema genético, sino educativo, de cultura nacional y de gestión administrativa. Al parecer, hay un acuerdo generalizado acerca del bajo rendimiento de nuestros atletas: es multifactorial y debe ser atacado por muchas vías.
En el caso de las Universidades Públicas, pese a los problemas presupuestales seculares, el fomento e impulso a una cultura del deporte es una afortunada constante. Nunca es tarde para empezar a practicar algún deporte de tu interés.
La Universidad Pedagógica Nacional en un esfuerzo por incentivar la actividad deportiva pone a tu disposición nueve disciplinas seis de las cuales son olímpicas: Tae-Kwon-Do, voleibol de sala y playa, basquetbol, tenis y fútbol, aunque en otro formato. La Dirección de Difusión y Extensión Universitaria, específicamente Cultura Física y Deportes te invita a inscribirte y participar.